25.11.07

"Una herida abierta" - Izaskun Moyua

Ha permanecido oculta durante mucho tiempo, condenada a cárceles de intimidad, pero la violencia contra las mujeres ha pasado durante los últimos tiempos a ser considerada un grave problema social y político, un quiste maligno de la sociedad en su conjunto, un grito estridente que sacude vidas y conciencias, lo que ha significado un logro decisivo en el camino hacia su erradicación.

Emakunde, desde su creación en 1988, ha enfocado sus fuerzas hacia la eliminación de las desigualdades en las que las mujeres siguen viviendo en todos los ámbitos de sus vidas, porque en estas desigualdades se encuentra el germen de la violencia que los hombres ejercen contra ellas. En este trayecto ha venido impulsando y desarrollando, en colaboración con otras instituciones, actuaciones dirigidas a prevenir y eliminar la violencia contra las mujeres en los diferentes ámbitos de la atención, la prevención y la sensibilización.
La creación de la Comisión interinstitucional para la mejora en la atención a las mujeres víctimas de maltrato doméstico y agresiones sexuales en 2001 supuso un hito importante, ya que, desde su creación, las instituciones públicas han aumentado de forma notable el número de actividades desarrolladas en el ámbito de la prevención y eliminación de la violencia contra las mujeres, llegando a realizar más del doble de actuaciones que en los años anteriores.

En este contexto, Emakunde puso en marcha en 2003 el programa Nahiko para trabajar la prevención de la violencia contra las mujeres desde el mundo educativo, centrándose en su inicio en edades de entre 10 y 12 años y basándose en la experimentación, investigación y acción conjunta con el profesorado. Tras cuatro años de trabajo en los que se han creado materiales educativos y en el que han participado 37 centros, un centenar de profesionales de la educación y 1.500 alumnas y alumnos y sus respectivas familias, hemos iniciado este curso un nuevo proyecto piloto que amplía la propuesta al alumnado de entre 8 y 10 años.
No atajar el problema desde la prevención en las edades más tempranas, cuando las personas en procesos de socialización construyen sus identidades, supondría un síntoma de miopía política, una clara falta de visión, ya que los datos nos demuestran que la violencia contra las mujeres, lejos de ser un fenómeno que tiende a desaparecer, se está reproduciendo en las nuevas generaciones. Y es que de las 3.700 denuncias interpuestas por episodios de violencia y malos tratos en nuestra comunidad en 2006, casi la mitad (el 42%) fueron protagonizadas por mujeres menores de 32 años. No hay, por lo tanto, soluciones sin intervenciones. El problema no se va a solucionar si no actuamos contra él.

Al igual que es necesario trabajar desde las edades más tempranas, sería también una falta de responsabilidad no colocar a los hombres en el objetivo de muchas de nuestras iniciativas, teniendo en cuenta que son ellos los que maltratan. De ahí que hayamos puesto en marcha la iniciativa Gizonduz , para promover la concienciación, participación e implicación de los hombres a favor de la igualdad.

El reto de este siglo debe ser el de construir un nuevo modelo social más democrático, justo e igualitario, donde todas las personas sean libres y autónomas en el ámbito público y en el privado. Un nuevo modelo de convivencia basado en el respeto y la igualdad no sólo beneficiaría a las mujeres, sino también a los hombres, ya que si bien es cierto que el actual sistema patriarcal les confiere como colectivo unos privilegios -disfrutan de mayores ingresos, cotas de poder y de una mayor autoridad en el ámbito público y se benefician del trabajo doméstico y de cuidado realizado muy mayoritariamente por mujeres-, no es menos cierto que dicho sistema, sustentado en una diferenciación rígida de roles, tiene también sus costos para los hombres. Tienen en general una esperanza de vida menor, son más propensos a sufrir drogodependencias, accidentes de tráfico, accidentes laborales graves o a ser víctimas de muertes violentas y del encarcelamiento. Además, en la medida que han sido socializados para cumplir el papel de proveedor principal del sustento económico en las familias, sufren una mayor presión en el ámbito del empleo para que alarguen las jornadas de trabajo, lo que hace que consuman su vida prácticamente en el mundo productivo y que no desarrollen todas sus potencialidades y capacidades, sobre todo aquellas que guardan relación con el mundo reproductivo y de los afectos.

La iniciativa Gizonduz nace en un momento histórico favorable. Desde que la investigación en torno al género se amplió alrededor de los años 80 a la problemática de la masculinidad, el tema de los hombres y su relación con la igualdad ha ido cogiendo la fuerza de una ola gracias una labor de muchos años realizada desde instituciones, foros de investigación y movimientos sociales.

Estamos encontrándonos con un nuevo modelo de hombre, aún minoritario, que hace suya la reivindicación de la igualdad, impulsada durante la historia por las mujeres casi en solitario y a contracorriente. Este hombre sabe que la igualdad le hace más hombre, más persona, y que puede contagiar con sus conductas a los demás. Porque tenemos claro que sin la aportación e implicación de los hombres, la consecuencia de la igualdad se aleja.

Las mujeres han enseñado en la historia la grandeza de la lucha pacífica por sus derechos y libertades. Que los hombres sigan su rastro para acabar encontrándose a sí mismos en el universo de la igualdad.

* Directora de Emakunde

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