19.1.08

EL CORREO: "La maldad de los hombres"

Vicente Carrión Arregui
19.01.2008

Coincido con Andrés Montero Gómez (ver su artículo 'Igualdad machista', EL CORREO 25-11-07) en que las actitudes y comportamientos sociales referidos a la desigualdad de sexos no se cambian sólo a fuerza de leyes, por necesarias que éstas sean. Hace falta algo más para socavar el modelo de masculinidad dominante grabado en nuestra genética y transmitido intergeneracionalmente. Y añade: «Los hombres nacen y crecen con códigos mentales implantados desde la tierna infancia que les hacen creer que tienen derecho a exigir que las mujeres se comporten de una determinada manera, y a corregir las desviaciones que detecten en ese comportamiento normativo. La norma es masculina». Y es este añadido, el contenido de estas líneas entrecomilladas, el que me hace pensar en la incondicionalidad con que el pensamiento políticamente correcto condena al varón y exculpa a la mujer en todos los avatares de una guerra de sexos que nunca suavizará sus daños mientras aparentemos tener tan claro quién es el bueno y el malo.

No voy a precipitarme a explicar lo mucho que me repugna el machismo tradicional. Prefiero remitirme al conocido libro de Goleman 'La inteligencia emocional' para esquinar las explicaciones en términos de bondad o maldad a favor de las evolutivas. Es lo que entiendo cuando dice: «Nos vemos obligados a afrontar los retos que nos presenta el mundo postmoderno con recursos emocionales adaptados a las necesidades del Pleistoceno», después de explicar cómo «nuestros circuitos emocionales básicos no llevan cincuenta sino cincuenta mil generaciones demostrando su eficacia» (pgs 24-25). No nos remitamos, por tanto, a la Edad Media sino expliquemos nuestros modos de ser como el resultado de un proceso evolutivo millonario en años en el que ni el reparto de roles domésticos ni la propensión al uso de la violencia han sido opciones caprichosas, fruto de la voluntad de poder masculina, sino inexcusables recursos biológicos para haber llegado hasta aquí. Más allá de los tecnicismos, en mis clases de Bachillerato intento explicar la evolución humana aludiendo a la prolongada lactancia materna, al contraste recolector-cazador (del que algunos antropólogos aseguran que aún pervive en nuestro comportamiento cuando vamos de compras: él caza, ella merodea) o a las implicaciones de la carencia de anticonceptivos, porque estoy convencido de que la mirada evolutiva es más ecuánime que la moral a la hora de entender el arraigo de los roles sexistas. Mal que le pese al sistema límbico, muchos prefieren minusvalorar la fisiología a favor de las ideas socialmente 'correctas'.

Claro que ya no nos pasamos varios días persiguiendo al mamut mientras nuestra señora amamanta a la prole, por lo que parece perder sentido buena parte de la dotación fisiológica que nos constituye, pero no deberíamos ser considerados culpables por ello. Aunque nuestro sistema hormonal no se haya enterado de los cambios que nuestra acelerada evolución cultural ha introducido en lo que se refiere a nuevos roles laborales, domésticos y conyugales, es obligación de nuestro neocórtex el someter a la bestia reptiliana que llevamos dentro. Es un imperativo cultural inexcusable educar la brutalidad masculina para desterrar la tentación de la violencia, pero el hecho mismo de que se propague entre jóvenes que no pertenecen a la generación del machismo puro y duro avalaría la tesis de que la agresividad de los hombres es la cara mala de una función evolutiva que tiene un arraigo mucho más profundo que la tierna infancia individual a que se aludía al principio de este artículo. La cara buena sería que gracias a la brutalidad masculina hemos sobrevivido como especie, algo que tampoco es baladí.

Parafrasearé a Marx para parapetarme en un clásico: la agresividad masculina habría pasado de ser un factor de desarrollo evolutivo a convertirse en una traba para ese mismo desarrollo. O por decirlo de otro modo: la maldad masculina que hoy se presenta como un antojo cultural inoculado educativamente, como un mero abuso de poder, tiene una configuración fisiológica forjada en millones de años de lucha, protección, trabajo y otras barbaridades que posibilitaron el éxito de la especie. Ni defender ni justificar, entender. Ni buenos ni malos, hombres y mujeres.

Insisto en estas obviedades evolutivas porque estoy harto de que la execrable violencia masculina sea coartada para que los medios de comunicación propaguen una visión maniquea en la que el hombre siempre es el malo, como si debiera avergonzarse de su condición, algo que ya ha sugerido más de una opinadora de esta misma casa. Y no. Por evidentes que sean muchas de las discriminaciones, desigualdades y abusos que padecen las mujeres, ello no les da patente para tener siempre razón. Un lector atento a las secciones de 'Cartas al director' habrá reparado en el goteo de desesperaciones masculinas que recogen como si, desde que el entramado institucional ha asumido la defensa incondicional de la mujer, especialmente en lo referido a custodias y separaciones, para bastantes varones ya no quedara otro cauce de expresión que la pataleta mediática en menos de quince líneas.

Cualquiera que conozca en primera persona los vaivenes de la vida familiar, sobre todo cuando hay hijos, sabe lo difícil que es compaginar el discurso cultural de la igualdad -esa pretensión de simetría conductual por la que se habla con toda naturalidad de, por ejemplo, la lactancia paterna- con el de los instintos y sentimientos naturales que dan prioridad a los vínculos maternofiliales en caso de conflicto conyugal. Y en ese doble juego de exigir un comportamiento igualitario en las obligaciones al tiempo que se invocan derechos naturales preferentes, me reconocerán que muchas mujeres no sólo no son víctimas ni parte pasiva, sino auténticas expertas en salirse con la suya merced a su atávico dominio de las habilidades emocionales, que no brutales. Histórico reparto de roles, nuevamente, que sólo en algunos aspectos deseamos superar.

¿Y qué decir de nuestros tan diversos modos de vivir la sexualidad? ¿También tendrán que ver con que en su día nos vistieran de rosa o de azul? ¿Proclamarán alguna ley que establezca los modos correctos de reconducir el deseo? Es un tema difícil pero hasta la neurología más recalcitrante reconoce la imposibilidad de homologarnos en la cama. Al matrimonio, ese contrato sexual, suele llegarse con una expectativa de felicidad amorosa que pocas veces se corresponde con el rosario de desajustes, arritmias, incompatibilidades, decepciones, rechazos y fingimientos que provoca la naturaleza sexual tan distinta que nos caracteriza a unos y a otras. Dificultades insoslayables que tal vez se afrontarían mejor si nuestro sistema educativo, mal que les pese a los obispos, diera la importancia debida a una educación afectivo-sexual que nos alerte respecto a la dimensión complementaria de la vida en pareja y nos prepare para perseguir una felicidad más basada en la capacidad de superar los malentendidos que en la gazmoñería adolescente del enamoramiento perpetuo. Porque me atrevo a pensar que la violencia masculina tiene mucho que ver con la ingenuidad y la prepotencia con las que abordamos la vida en pareja.

No tengo dudas de que los hombres somos bruscos y primarios pero, sin abusar de la comparación con la mantis -ya saben, ese precioso animal cuya hembra gusta de devorar al varón después de la cópula-, habría mucho que decir sobre la manera en que las mujeres manejan el deseo de los hombres para alcanzar objetivos que a veces les excluyen, sea en la propia familia o en otros ámbitos. Armas de mujer, decía la película, ante cuya sutileza conviene quitarse el sombrero, pero cuyo reconocimiento conlleva eliminar tanto buenismo y tanto victimismo del que a veces hacen gala quienes, por mor de cabalgar en la dirección que parecen marcar los tiempos, tienden a considerar que toda mujer, por el mero hecho de serlo, ha de estar cargada de razón. Nanay. No tengo dudas respecto a quién es más bruto -por ello me dolería que se interpretaran estas líneas como justificación de una violencia inaceptable bajo ningún concepto-, pero sí respecto a quién es capaz de jugar más sucio. La naturaleza es sabia y tiende a compensar en unos ámbitos las carencias que se producen en otros. Sólo saldremos del callejón de los prejuicios cuando la defensa de los derechos de la mujer no se haga a expensas de ese creciente número de hombres que salen escaldados de sus aventuras igualitarias.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Kaixo a tod@s:

Os invitamos que leais
un articulo que acabos de colgar en nuestro blog
sobre un rapero que ha sido denunciado por incitar a la violencia hacia las mujeres a través de sus rimas.

Nos interesa vuestra opinión!

salu2 :)

Ritxar dijo...

Gracias por la información "masterkas", lo leeremos con gusto y te contamos qué se nos ocurre...

Respecto a la entrada...¡qué decir! triste, zafia, no documentada, brutal, misógina, machista, peligrosa...

Ahora me limito a expresar mi indignación por otro capítulo más de la legitimación de la desigualdad y la violencia vía pseudo intelectual.

Prometo argumentar largamente.

Besos igualitarios y pacíficos (a pesar de nuestra relación con los mamuts...)

Gaizka dijo...

Leí ayer el artículo en El Correo y me sorprendió que apareciera en página central y ocupando más de la mitad.
Creo que el hecho de ser profesor universitario de filosofía no exime del sexismo. Un claro ejemplo de cómo argumentar que la naturaleza es la causa de las desigualdades entre hombre y mujer disfrazando todo el discurso con un citas de autores con renombre y pretendiendo darle un aire académico.
Y el final, es de órdago, alegando que cada vez somos más los hombres que salimos escaldados de las "aventuras igualitarias"... Habrá que ver que entiende este señor por aventura y por igualdad.

Pais Vasco-Ibasque dijo...

He leído el artículo, al final, al ver los comentarios lo he hecho tres veces incluso. Y....
Ritxar,¿Porqué esa tensión que emana de tu comentario?. El "filósofo" ese, profe de un instituto de Gasteiz, no es santo de mi devoción, más bien lo contrario pero,la lógica de la entrada la veo bien ajustada. Muchas veces, cuando hablo o discuto con mis amigas feministas más tradicionales, sale a relucir un discurso similar a este y no por ello se establece una especie de combate entre machismo-feminismo,todo lo contrario, este tipo de discursos, en un foro como este contribuye a pensar, a preguntarnos las cosas.
El dfeminsimo de hoy no es cmo el feminismo de hace 50 años, ni mucho menos, Tampoco el machismo y tampoco, estoy seguro, los hombres igualitarios pensaremos lo mismo hoy que dentro de 5 años. ¿Y por qué digo esto? Porque en los discursos de este tipo lo políticamente correcto también influye poderosamente en los discursos, estoy completamnete seguro de ello. por eso no puedo criticar el conjunto de la entrada de Carrión, aunque me gustaría hacerlo,porque es una teoría más, políticamente incorrecta pero no por ello machista (bien se cuida de ello en varias de sus frases). Pasa algo similar con los debates sobre la prostitución ¿no?. Me gustaría quedarme con una de las frases que intuyo en Carrión: los hombres no son malos por nacimiento, ni las mujeres tienen la razón por el mismo motivo. Ah, y tampoco le quito la razón en su último postulado: conozco muchos hombres escaldados, hombres que han dejado amigos y proyectos y muchas cosas más por su defensa del igualitarismo, y han salido escaldados de sus "aventuras" (¿por qué no?,) igualitaristas. Ójala no nos ocurra esto nunca a nosotros. No obstante espero más comentarios a esta entrada, los leeré ávidamente, seguro. Un abrazo solidario.

June Fernández dijo...

El discurso de apelar a los instintos primarios es peligroso porque se utiiza siempre para justificar, legitimar o explicar la barbarie: desde la violencia machista, como este señor, a la guerra, com Pérez Reverte.

Más peligroso aún es el discurso de sobredimensionar los malos tratos psicológicos de mujeres a hombres. Con 70 mujeres asesinadas al año en un solo país, me parece una frivolidad inaceptable. Hay incluso quien va mas allá y dice que muchos hombres asesinan debido a la desesperación de salir mal parados del divorcio y estar machacados por la ex. Lo he escuchado de hombres que dicen no ser machistas.

El tema del maniqueismo me parece una paranoia misógina sin ninguna base. Este señor dice que en los medios los hombres son malos y las mujeres son buenas. No: los hombres son verdugos (sujeto de la acción, activo) y las mujeres víctimas (objeto de la acción, pasivo). Yo (iba a decir el feminismo pero prefiero hablar desde mí) me rebelo a ese rol de víctimas, porque desde la pasividad no se puede transformar nada. Lo de las mujeres que demonizan a los hombres me parece otro invento machista. Creo que a día de hoy todas y todos (GHIA hace cosas más constructivas que flagelarse)hemos decidido no demonizar a un sexo sino unirnos para combatir el sistema, bajo la convicción de que nos daña a todas las personas.

Por último, estoy un poco cansada de la moda de sobrevalorar un concepto erróneo de la libertad de expresión y lo políticamente incorrecto, al estilo Jiménez Losantos. Es como esta gente que dice (aplíquese el ejemplo al machismo): "Yo no soy xenófoba pero es innegable que los inmigrantes aumentan la inseguridad ciudadana y colapsan los servicios sociales". Sí a la libertad de expresión pero, con temas tan graves, no se puede utilizar un periódico para emitir discursos peligrosos tan a la ligera.

June Fernández dijo...

El discurso de apelar a los instintos primarios es peligroso porque se utiiza siempre para justificar, legitimar o explicar la barbarie: desde la violencia machista, como este señor, a la guerra, com Pérez Reverte.

Más peligroso aún es el discurso de sobredimensionar los malos tratos psicológicos de mujeres a hombres. Con 70 mujeres asesinadas al año en un solo país, me parece una frivolidad inaceptable. Hay incluso quien va mas allá y dice que muchos hombres asesinan debido a la desesperación de salir mal parados del divorcio y estar machacados por la ex. Lo he escuchado de hombres que dicen no ser machistas.

El tema del maniqueismo me parece una paranoia misógina sin ninguna base. Este señor dice que en los medios los hombres son malos y las mujeres son buenas. No: los hombres son verdugos (sujeto de la acción, activo) y las mujeres víctimas (objeto de la acción, pasivo). Yo (iba a decir el feminismo pero prefiero hablar desde mí) me rebelo a ese rol de víctimas, porque desde la pasividad no se puede transformar nada. Lo de las mujeres que demonizan a los hombres me parece otro invento machista. Creo que a día de hoy todas y todos (GHIA hace cosas más constructivas que flagelarse)hemos decidido no demonizar a un sexo sino unirnos para combatir el sistema, bajo la convicción de que nos daña a todas las personas.

Por último, estoy un poco cansada de la moda de sobrevalorar un concepto erróneo de la libertad de expresión y lo políticamente incorrecto, al estilo Jiménez Losantos. Es como esta gente que dice (aplíquese el ejemplo al machismo): "Yo no soy xenófoba pero es innegable que los inmigrantes aumentan la inseguridad ciudadana y colapsan los servicios sociales". Sí a la libertad de expresión pero, con temas tan graves, no se puede utilizar un periódico para emitir discursos peligrosos tan a la ligera.

Anónimo dijo...

Otra vez 'offtopic':

Zorionak por toda esta actividad que desplegais, este blog es muuuy interesante! ;-)

Se nota que lo escribís entre más de uno, jejeje ;-)

Tengo que hacer esfuerzos para estar al día de todo lo que publicais, pero de verdad que es una referencia!!!

keep on keeping on!

y gracias por contestar a los comentarios!!! ;-D