Ganar con la igualdad
El Grupo de Hombres de Vitoria considera el machismo como una lacra que limita su salud y su felicidad
JUNE FERNÁNDEZ - Vitoria - 28/08/2007
En una sociedad que presume de garantizar la igualdad de sexos, las mujeres siguen más expuestas a la precariedad, cuidan solas a niños y ancianos, y la violencia conyugal es noticia cada día. En ese contexto, el Grupo de Hombres por la Igualdad de Vitoria lleva un año movilizándose contra la violencia contra las mujeres y combatiendo también la que "los hombres ejercen contra sí mismos". La asunción de una cultura del riesgo, señalan, les expone a la muerte en la carretera, el suicidio, las drogas o la cárcel y la exigencia de ser siempre fuertes y reprimir sus emociones coarta su felicidad.
"Compartir las tareas del hogar y los cuidados es una forma de autodeterminación"
Joseba Garitano, Javier Jiménez, Poldo Santos y Ritxar Bacete son cuatro de los cerca de 30 hombres que se reúnen en Vitoria para construir y visibilizar modelos sanos de masculinidad con los que avanzar hacia una sociedad menos violenta. La asociación, de un tipo hasta ahora inexistente en Euskadi, surgió de "una necesidad latente compartida de cambio", explica Garitano. "Hemos sido meros espectadores de la lucha de las mujeres por la igualdad, y no nos hemos adaptado a ella, pero tenemos mucho que aportar". "Es un trabajo hacia la sociedad, pero también hacia nosotros mismos", añade Santos: "El machismo exige un sobreesfuerzo que es inviable por nuestra propia salud".
Sus integrantes trabajan en "una deconstrucción personal para liberarnos del poso machista que queda en todos", explica Bacete. La clave, más que asumir grandes discursos, pasa por cambiar las pequeñas prácticas cotidianas, recalca: "No puedo ponerme detrás de la pancarta si en casa no limpio y no cuido de la familia. Hay que entender estas tareas como una forma de autodeterminación".
Para avanzar hacia una sociedad igualitaria, los hombres, "que son la mitad de la sociedad y además la que ostenta el poder", tienen que estar dispuestos a practicar "un desarme moral, prescindir de los privilegios-trampa de los que han disfrutado", sostiene. Por ello, la asociación forma ideológicamente para que los varones se impliquen en la lucha por la igualdad, y visibiliza esa apuesta mediante acciones como concentraciones, conferencias o talleres.
El grupo demanda que las instituciones promuevan nuevos espacios para el sexo masculino, incluyan la perspectiva de género en sus programas y diseñen talleres y campañas específicos. Instan también a contrarrestar "la sobrerrepresentación del modelo del superhombre que puede con todo visibilizando referentes reales, como los cuidadores", apunta Garitano. Ambos frentes resultan imprescindibles para combatir la violencia sexista, añade: "Hay que trabajar en la prevención con los hombres y mostrar a los agresores modelos que no recurren a la violencia ni la legitiman". Jiménez apunta otra clave: "Las mujeres que se defienden del machismo suponen una amenaza".
Aunque reconocen buenas intenciones en las nuevas leyes de igualdad, critican que sigue sin haber mujeres en las principales áreas de poder y que las que se acercan lo hacen imitando los valores masculinos. "Tenemos que generar una cultura del poder más humana y hay que incluir el cuidado en la agenda política", propone Bacete. Para Garitano, sin machismo se transformaría incluso el modelo económico vigente: "En vez de centrarse en el crecimiento, se cuidarían más los procesos de producción, se respetarían las individualidades y el medio ambiente".
Si algo caracteriza al colectivo es su heterogeneidad: personas de diferentes edades (de 20 a 50 años), profesiones, orientación sexual y procedencias permiten abarcar de manera más global las cuestiones relacionadas con la masculinidad. Jiménez trabaja en un sector, el de la construcción, en el que el machismo es especialmente palpable: "Los hombres se oponen a que las mujeres empiecen a trabajar en el sector. Siguen gritando 'tía buena' a toda la que pasa y dicen que lo del grupo de hombres es una mariconada". Joseba vive la otra cara de la discriminación: "Soy secretario de la Diputación alavesa. En masculino suena a un cargo directivo. Cuando cojo el teléfono me preguntan por la secretaria. Yo soy el secre, y así lo reivindico".
Poldo y él, militantes del movimiento gay, subrayan que el machismo no afecta sólo a los heterosexuales. "Antes que gay soy hombre, he sido educado como tal y eso condiciona mis relaciones", explica Santos. El grupo también cuenta con inmigrantes africanos y latinoamericanos, que muestran al resto las peculiaridades de lo masculino en sus culturas.
La asociación tiene un blog (www.gizonak.blogspot.com) para darse a conocer.
El Grupo de Hombres de Vitoria considera el machismo como una lacra que limita su salud y su felicidad
JUNE FERNÁNDEZ - Vitoria - 28/08/2007
En una sociedad que presume de garantizar la igualdad de sexos, las mujeres siguen más expuestas a la precariedad, cuidan solas a niños y ancianos, y la violencia conyugal es noticia cada día. En ese contexto, el Grupo de Hombres por la Igualdad de Vitoria lleva un año movilizándose contra la violencia contra las mujeres y combatiendo también la que "los hombres ejercen contra sí mismos". La asunción de una cultura del riesgo, señalan, les expone a la muerte en la carretera, el suicidio, las drogas o la cárcel y la exigencia de ser siempre fuertes y reprimir sus emociones coarta su felicidad.
"Compartir las tareas del hogar y los cuidados es una forma de autodeterminación"
Joseba Garitano, Javier Jiménez, Poldo Santos y Ritxar Bacete son cuatro de los cerca de 30 hombres que se reúnen en Vitoria para construir y visibilizar modelos sanos de masculinidad con los que avanzar hacia una sociedad menos violenta. La asociación, de un tipo hasta ahora inexistente en Euskadi, surgió de "una necesidad latente compartida de cambio", explica Garitano. "Hemos sido meros espectadores de la lucha de las mujeres por la igualdad, y no nos hemos adaptado a ella, pero tenemos mucho que aportar". "Es un trabajo hacia la sociedad, pero también hacia nosotros mismos", añade Santos: "El machismo exige un sobreesfuerzo que es inviable por nuestra propia salud".
Sus integrantes trabajan en "una deconstrucción personal para liberarnos del poso machista que queda en todos", explica Bacete. La clave, más que asumir grandes discursos, pasa por cambiar las pequeñas prácticas cotidianas, recalca: "No puedo ponerme detrás de la pancarta si en casa no limpio y no cuido de la familia. Hay que entender estas tareas como una forma de autodeterminación".
Para avanzar hacia una sociedad igualitaria, los hombres, "que son la mitad de la sociedad y además la que ostenta el poder", tienen que estar dispuestos a practicar "un desarme moral, prescindir de los privilegios-trampa de los que han disfrutado", sostiene. Por ello, la asociación forma ideológicamente para que los varones se impliquen en la lucha por la igualdad, y visibiliza esa apuesta mediante acciones como concentraciones, conferencias o talleres.
El grupo demanda que las instituciones promuevan nuevos espacios para el sexo masculino, incluyan la perspectiva de género en sus programas y diseñen talleres y campañas específicos. Instan también a contrarrestar "la sobrerrepresentación del modelo del superhombre que puede con todo visibilizando referentes reales, como los cuidadores", apunta Garitano. Ambos frentes resultan imprescindibles para combatir la violencia sexista, añade: "Hay que trabajar en la prevención con los hombres y mostrar a los agresores modelos que no recurren a la violencia ni la legitiman". Jiménez apunta otra clave: "Las mujeres que se defienden del machismo suponen una amenaza".
Aunque reconocen buenas intenciones en las nuevas leyes de igualdad, critican que sigue sin haber mujeres en las principales áreas de poder y que las que se acercan lo hacen imitando los valores masculinos. "Tenemos que generar una cultura del poder más humana y hay que incluir el cuidado en la agenda política", propone Bacete. Para Garitano, sin machismo se transformaría incluso el modelo económico vigente: "En vez de centrarse en el crecimiento, se cuidarían más los procesos de producción, se respetarían las individualidades y el medio ambiente".
Si algo caracteriza al colectivo es su heterogeneidad: personas de diferentes edades (de 20 a 50 años), profesiones, orientación sexual y procedencias permiten abarcar de manera más global las cuestiones relacionadas con la masculinidad. Jiménez trabaja en un sector, el de la construcción, en el que el machismo es especialmente palpable: "Los hombres se oponen a que las mujeres empiecen a trabajar en el sector. Siguen gritando 'tía buena' a toda la que pasa y dicen que lo del grupo de hombres es una mariconada". Joseba vive la otra cara de la discriminación: "Soy secretario de la Diputación alavesa. En masculino suena a un cargo directivo. Cuando cojo el teléfono me preguntan por la secretaria. Yo soy el secre, y así lo reivindico".
Poldo y él, militantes del movimiento gay, subrayan que el machismo no afecta sólo a los heterosexuales. "Antes que gay soy hombre, he sido educado como tal y eso condiciona mis relaciones", explica Santos. El grupo también cuenta con inmigrantes africanos y latinoamericanos, que muestran al resto las peculiaridades de lo masculino en sus culturas.
La asociación tiene un blog (www.gizonak.blogspot.com) para darse a conocer.